Por vez primera en todo el mundo, el gas xenón ha sido suministrado con éxito a un bebé recién nacido en un intento de evitarle lesiones cerebrales por la falta de oxígeno al nacer. Esta técnica pionera ha sido desarrollada por la profesora Marianne Thoresen de la Universidad de Bristol, y aplicada en el Hospital de St Michael.Sin contar los casos de nacimientos prematuros, cada año muchos bebés, que de otro modo gozarían de buena salud, mueren o sufren una lesión cerebral a causa de la falta de oxígeno y/o de suministro de sangre al nacer. Esto puede acarrear secuelas de por vida, como por ejemplo la parálisis cerebral. Sólo en el Reino Unido, esa cifra anual de nacimientos problemáticos tras nueve meses de gestación asciende a más de 1.000.
El uso del gas xenón para prevenir las lesiones cerebrales fue desarrollado por la profesora Thoresen con la ayuda del Dr. John Dingley de la Universidad de Swansea, Reino Unido.
La Universidad de Bristol y el Hospital de St Michael han sido pioneros en el uso de nuevos tratamientos para las lesiones cerebrales en los bebés desde 1998, cuando la profesora Thoresen empezó a someter a temperaturas frías a los bebés tras la falta de oxígeno y demostró que esta técnica podía reducir los daños cerebrales del recién nacido.
El trabajo del laboratorio de la profesora Thoresen había demostrado que el enfriamiento después de la falta de oxígeno reducía las lesiones cerebrales en modelos animales. Luego, los ensayos clínicos en seres humanos probaron que un enfriamiento leve, de sólo unos pocos grados durante 72 horas, es un tratamiento seguro y beneficioso.
Sin embargo, el enfriamiento sólo reduce parcialmente el alcance de las discapacidades y no las evita en todos los bebés. Entonces comenzó la búsqueda de un segundo tratamiento que se pudiera agregar al de enfriamiento, con el fin de reducir aún más el nivel de daños.
El xenón es un gas anestésico muy raro y químicamente inerte, que se halla en cantidades mínimas en el aire que respiramos. En 2002, John Dingley y Thoresen comprendieron el potencial de la combinación del xenón con la refrigeración para reducir aún más el grado de gravedad de las secuelas. En los últimos ocho años, han demostrado en el laboratorio que la acción del xenón se suma al efecto protector del enfriamiento en el cerebro.
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